Pablo soñaba con mucha agua. Era un sueño
muy surrealista, como la mayoría de los sueños que uno jamás recuerda. Y el
tampoco lo recordó. Pero si recordó por varias semanas que se hizo pichi
encima. El sueño era muy extraño, carente de sentido, el estaba como en un mar,
donde el cielo era blanco como una hoja de papel y se encontraba con el agua
hasta su cintura. Miro para todos lados y se dio cuenta de que estaba
completamente solo. Su única compañera era su sombra que era el doble de alto
que el y el doble de flaca. No se dio cuenta de que era de color azul marino.
Le llamo tanto la atención de que no había sol… ¿Cómo rayos podía ver su sombra?
¿Cómo se proyectaba? Si era todo blanco…
Buscaba por unos segundos si podía ver algo
que sobresaliera del blanco que dominaba todo ese extraño lugar pero no encontró nada. Y el lugar parecía no
terminar, parecía ser infinito. Salvo por el enorme inodoro que se encontraba
enfrente de el. ¡Era gigantesco! Nunca había visto uno igual. Era como la torre
del monumento a la bandera. -Debe tener como dos cuadras de alto… Si eso tiene
como doscientos metros de altura-pensó sorprendidamente. El agua donde estaba
metido era cristalina como la que tomaba todo los días y se bañaba…. y eso a el
le provoco una alegría enorme ya que era la primera vez que estaba en un lugar
con el agua tan limpia. El único lugar que lo asocio con el sueño por ser tan
amplio y haber tanta cantidad de agua fue con el agua del rió Paraná, el río
que bordeaba a Rosario, su ciudad natal. Y esa agua no le agradaba, era marrón
y el odiaba el color marrón, le daba asco. Aparte de que un tío le había
comentado una vez que toda la mierda que cagaba la gente de Rosario, iba a
parar ahí. No sabia si era verdad o otra de las tantas bromas que solía hacer,
pero después de ese día le comenzó a dar
mas repulsión al agua de la que tenia. Comenzó a nadar de espalda,
a sambuyirce hasta no tener más
respiración. Hasta que pensó en ir detrás del inodoro para ver si había alguna
especie de puerta para que el pueda salir cuando quisiera y encontrar algo
distinto a lo que veían sus ojos. Trato de ser positivo y mantenerse con ese
pensamiento. Era extraño que un chico de 6 años no haya tenido miedo de estar
en soledad. Cualquier chico de esa edad, se largaría a llorar enseguida al ver
que no había nadie, que sus padres no estaban cerca. Encima enfrente de ese
lugar tan raro y tan vacío. Pero Pablo no tubo miedo a la soledad, se lo pudo ver por varios minutos contento y
jugando con esa agua tan limpia que jamás había conocido. Tampoco le tenía
miedo a morir, a morir de hambre por no tener nada que comer, porque pensar en
morir de sed hubiera sido un chiste.
Se encontraba a unos 30 metros de ese inodoro
enorme de color verde claro que se levantaba y fue corriendo hasta tocarlo.
Estaba helado, le dio impresión y retrocedió para atrás. Volvió a voltear la
cabeza para arriba y esta vez le pareció
algo más gigantesco e inalcanzable que antes. Decidió ir caminando lo más
rápido que podía y rodearlo hasta llegar a la parte que no divisaba.
Se llevo una terrible desilusión al ver
que no había diferencia en el ambiente, era todo lo mismo: agua hasta la panza
y el cielo de valor blanco puro.
De repente se dio cuenta que tenia
muchísimas ganas de orinar. Y para colmo comenzó a oír el goteo de algo que se
encontraba en su espalda.
No se había dado cuenta pero en la parte
detrás del inodoro, a unos metros arriba de su cabeza, pudo divisar una canilla
de color violeta, era de metal por el brillo que le hacia cerrar los ojos. Y
las gotas que caían eran de color amarillo y teñían el agua formando una enorme
mancha. Le sorprendió el sonido ya que estaba seguro que antes no lo había
escuchado. Esta canilla apareció recién- dijo en voz baja.
Pablo no aguanto más y decidió orinar. Al
caer el primer chorrito de orín sobre una de las piernas se despertó y fue
corriendo hasta el baño que se encontraba pegado a su habitación. Antes de
orinar su mente pensó: Recomendaciones
de mama: Tenes que tirar la piel para
que se asome la cabecita así el pichi no sale para cualquiera lado y salpico la
tabla.
No terminaba más de orinar, si hubiera
tenido una botella de dos litros de coca-cola la hubiera llenado. Finalmente
sacudió el pito y se fue a lavar las manos y volvió a la cama. Se quedo durante
unos segundos tratando de recordar el sueño pero a pesar del esfuerzo que hizo
no recordó absolutamente nada. Lo único que se le escapo una palabra sin
pensar, fue algo que lo dijo como si el fuera una maquina, y le llamo mucho la
atención, la palabra fue: “AGUA”.
Volvió acomodarse en su habitual posición
fetal, mirando hacia la izquierda, para así volver a tratar de conciliar el
sueño. Pero después de unos minutos de haber cerrado sus ojos se dio cuenta de
que los muebles estaban rechinando. Otra vez los mismo ruidos-pensó. Siempre se
preguntaba lo mismo. Algunos días escuchaba la mesita del televisor. Otras
veces algunas sillas y la mesa del living. Pero esta vez eran muchas cosas, y
le dio una gran sensación de miedo. De impresión al no saber que era lo que
pasaba. ¿Por qué hacen tanto ruido, sino hay nadie? Capaz que hablan entre
ellos, capaz que tienen vida y son nocturnos como los murciélagos-se decía.
Tenía mucho bronca porque siempre se
olvidaba de preguntar a alguien si también escuchaba esos ruidos por la noche.
Entonces decidió esta vez anotarlo en un papel y ponerlo en su mesita de luz.
Decidió en dejar de prestarle atención a esos sonidos y relajarse para poder
dormir, pero tenía un poco de sed, así que fue a tomar un poco de agua fría de
la heladera. Cuando llego hasta el living estiro la mano para prender la luz y
contemplo la larga mesa llena de platos, cubiertos, vasos, copas que habían
sido usados por sus familiares y amigos en su festejo de cumpleaños. Había
cumplido 6 años. Le llamo la atención que su madre no haya lavado todo antes de
irse a dormir como solía hacerlo, pero seguro que estaba muy cansada. Por
suerte no había moscas en la casa. Miro por octava vez sus regalos: un muñeco
de dragon ball z, un perfume, dos calzoncillos, un par de medias, un auto a
control remoto y una gorra a rayas con su nombre que no le gustaba. Volvió a
dejar todos sus regalos en una de las banquetas y fue hacia la heladera. Antes
de abrir la heladera su mente le hablo nuevamente y dijo: recomendaciones de mama: “Nunca
habrás la heladera descalzo porque te puede dar electricidad”. Miro
alrededor y busco algo que pudiese pisar para no estar en contacto con el
suelo. Agarro uno de los manteles que estaba en el piso y lo uso. Había
porciones de pizzas, casuelas de salchichas cortadas con salsa de tomate,
piononos, empanadas y algunos postres. No tenía mucha hambre pero se tentó y
comió unos sándwich de jamón y queso que habían sobrado con un vaso de Pepsi.
Al tirar el mantel en el rincón vio que había dejado huellas de sus mugrientos
pies. Las tapo como pudo y volvió a su cama.
Cuando paso por el living se tiro un pedo
que hizo retumbar toda la casa. Se río tan fuerte que tubo que taparse la boca
por miedo a que se levanten sus padres. Con los ojos llenos de lágrimas de
tanto reírse fue corriendo hasta la cama y dio un salto haciendo rebotar el
colchón. Volvió a concentrarse para dormir. A los 5 minutos ya se encontraba
roncando.
Sus otros familiares que estaban cenando
en el living también lloraron de la risa al escuchar la larga y fuerte
flatulencia de Pablito.
-¡que hijo de puta! Dijo riendo la tía Stella.
Para mi que nos vio y lo hizo apropósito.
-Pero si salio a la madre… ¿recordas
Stella, el pedo que se rajo María cuando estaba en el patio, esta tarde?- dijo
Susana, la madrina hablando como si tuviera hipo.
-En
todas las casas pasa algo, por eso tenemos que ir rotando-dijo riendo el abuelo
Hernán.
Los tres se encontraban dispersos por la
enorme mesa comiendo las sobras de lo que Pablo había visto en la heladera.
-Bueno prefiero escuchar un pedo, vimos
cosas más desagradables….dijo Stella.
Se refería en una noche que habían estado
en la casa de un primo de Pablo y habían visto como se masturbaba frente a un
canal porno. En esa ocasión no eran 3, eran 7 y se tuvieron que ir de la casa a
las corridas y cada uno con una cara que es indescriptible de contar. Hernán se
levanto de la silla haciéndola rechinar y al apoyar sus manos en la mesa
también movió la mesa haciendo otro fuerte chillido que Pablo esta vez no
escucho. Siempre había tenido mucha fuerza y había sido el mas alto de toda la
familia.
-Bueno voy a calentar y comer unas
empanadas, ¿alguien quiere que le caliente una?-dijo Hernán.
-Siiii, yo quiero, son riquísimas las
empanadas que hace la María-
dijo Susana.
-Yo no, te agradezco, ya comí mucho,
estoy por reventar-comento Stella seguido de un bostezo.
Minutos después mientras Hernán calentaba
las empanadas, José, el padre de Pablo fue hasta la cocina y se dirigió en
dirección a la heladera traspasando el cuerpo de Hernán. Pero luego de
traspasarlo volvió y se quedo mirando una de las hornallas que en la otra
dimensión estaba prendida.
Mfffhhh mfffhhh- se escucho al olfatearla.
Olía olor a gas. Comprobó que la llave del caño del gas estuviera cerrada y que
las ornayas estuvieran con el punto rojo en dirección a la derecha. Agarro una
de las sillas de la mesa de la cocina, se subió arriba y busco una caja llena
de remedio en la alacena. Saco un sobrecito de ubasal y lo disolvió en un vaso
de agua. Se lo tomo de un solo trago y volvió a acomodar la silla debajo de la
mesa. Se sonó el cuello girando para todas las direcciones y cuando cruzaba el
living lanzo un eructo que retumbo más fuerte que el pedo que se había tirado
Pablo. Luego cerró silenciosamente la puerta.
Todos volvieron a reír desaforadamente. Pero lo que mas había causado
risa no era el eructo, sino la cara que había puesto José como si hubiese
chupado un limón.
No podemos estar mas en esta casa, ¡nos
vamos!-dijo Susana con la boca llena, tenia tarta de jamón y queso, mezclado
con sidra. Todos se habían tentado por unos segundos.
-Que lastima que me perdí la cara- dijo
Hernán en un tono alegre y entre risas. Luego de seguir charlando durante mas
de una hora y haber comido una porción de torta cada uno, Stella sugerío hacer
un brindis.
Todos se sirvieron sidra por ultima vez y
brindaron: ¡por el cumpleaños de Pablo!-dijo Hernán. ¡Porque se le cumplan
todos sus deseos y tenga una buena vida!
-¡Chin chin!-dijo Susana.
-¡Salud!-dijo Stella.
Siendo las 7:00hs de la mañana (23:00hs
para los familiares difuntos), los tres se retiraron en fila india traspasando
el enorme ventanal que daba con el frente de la casa. El despertador de José
había sonado. Susana antes de retirarse dejo un regalo debajo de la mesa.
Horas mas tarde Ana encontró el paquete y
lo puso junto a los otros regalos ya abiertos. Le llamo la atención que Pablo
no lo haya abierto porque era lo primero que hacia al tenerlo en sus manos.
Mientras
Pablo tomaba la leche, Ana le alcanzo el regalo contándole que lo había
encontrado debajo de la mesa. Le llamo la atención ya que no recordaba el papel
de regalo con esos dibujos de animalitos de colores.
-Este regalo no me lo dio nadie,
mama-contesto Pablo.
-Seguro que se si, se te cayo enseguida y
no lo viste, si llegaron todos los invitados juntos.
Pablo le hizo caso a las palabras de su
madre y despedazo la envoltura. Era un estuche de madera muy lujoso. Lo abrió y
se encontró con una medalla de la virgen del Rosario bañada en oro. A pesar de
que no era un juguete, ni ropa de la marca a la que Pablo le gustaba, le gusto
mucho y se lo colgó. Fue el regalo que mas le duro en la vida y que lo tuvo
hasta después de su muerte en el nicho del cementerio donde también se
encontraban los familiares que lo habían ido a visitar.
Fantasmas reales dando vueltas por todos lados.
ResponderEliminar¿Quién no ha tenido alguna vez esa sensación?.
Saludos, Pablo.
y escuchar a los muebles crujir tambienn jaj, gracias x leerlo y pasarte, saludosss
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